BAR, BAR


El bar de este trabajo es cualquier bar de España; de pueblo, de barrio, de carretera, un bar que tampoco lo tiene fácil. Es el bar de echar la partida y reclinarse en la silla con las cartas en la mano para pedir que suban la tele. El del cafelito en barra a mitad del curro y el de las amigas jubiladas que se juntan al cruasán de los miércoles. Son los bares de los críos que, en el pueblo, se suben al taburete a pedir la bolsa de patatas o entre cuatro ponen a prueba la paciencia tras el mostrador decidiendo si de cucurucho o polo. Y los de “las rondas”, donde pedimos tercios y quintos, zuritos, penaltys y medias, medianas o vete a saber, que pedir cafés y cerveza en los bares de este país casi necesita de un doctorado. Son los bares donde no les importa que comamos pipas y te ponen platillo, el mismo platillo de loza que sostiene la taza y en el que suenan las monedas de la propina. David Salcedo consigue que escuches el crujido del mantel que el camarero ajusta con las manos antes de clavarte el menú en la mesa a modo de parapeto, y ese mantel, en los tiempos de la “mesa desnuda”, reconforta aunque después la gaseosa fría le haga cerco. Los bares del mostrador con tortilla que se corta con energía, en plan tu abuela, sin miedo al desparrame y sin medir el tamaño del pincho. Son el sitio al que ir porque solo allí te dicen: -¿Lo de siempre?- y saben cuándo tienes ganas de hablar y no te miran raro si pides olivas en vez de aceitunas. Son la historia de nuestras familias, del vamos a comer de menú el domingo con los primos y los abuelos. La historia que te cuenta por qué nunca ganarás a tu padre al futbolín aunque ya pase de los setenta.

Esta maravillosa obra fotográfica nos recuerda el valor y necesidad de estos lugares en los que encontrarse, charlar o simplemente compartir el tiempo. Que como decía Gabinete Caligari en la mejor radiografía lírica compuesta para un bar: “Bares, qué lugares tan gratos para conversar. No hay como el calor del amor en un bar.”


Carol Rojo

BAR, BAR


The bar for this job is any bar in Spain; a town bar, a neighborhood bar, a roadside bar, a bar that doesn't have it easy either. It's the bar where you can play a game and lean back in your chair with cards in hand to ask for the TV to be turned up. The bar where you can have a coffee at the bar mid-work and where retired friends gather for croissants on Wednesdays. These are the bars where kids in the village stand on stools to order a bag of chips or four of them test each other's patience behind the counter deciding whether to have a cone or a popsicle. And those of "the rounds," where we order thirds and fifths, zuritos, penalties and medias, medianas, or who knows, ordering coffee and beer in the bars of this country practically requires a doctorate. These are the bars where they don't mind us eating sunflower seeds and they give you a saucer, the same earthenware saucer that holds the cup and on which the tip coins jingle. David Salcedo makes you hear the creak of the tablecloth as the waiter adjusts his hands before pinning the menu to your table like a parapet. And that tablecloth, in the days of the "bare table," is comforting even if the cold soda surrounds it later. The bars with the counter serving tortillas are cut with energy, like your grandmother, without fear of spilling them and without measuring the size of the appetizer. They are the place to go because only there do they say, "The usual?" and they know when you feel like talking and don't look at you strangely if you order olives instead of olives. They are the story of our families, of "let's have a Sunday lunch with cousins and grandparents." The story that tells you why you'll never beat your father at table football, even if he's over seventy.

This wonderful photographic work reminds us of the value and necessity of these places where we can meet, chat, or simply share time. As Gabinete Caligari said in the best lyrical sketch composed for a bar: "Bars, what pleasant places to talk. There's nothing like the warmth of love in a bar."


Carol Rojo

Fotografía de un toldo de la terraza del Bar en el pueblo de Doña Inés Murcia.
Maquina de tabaco en un Bar enchufada por los pelos a la corriente eléctrica.
Cuenta de clientes anotada en la barra de un bar en Sevilla.
Champanera y botella vacía en un Bar de Barcelona.
Cuchillos de cocina colgrados en un bar de Santiago de Compostela.
Bidones de cerveza apilados en el exterior de un bar en Genave Jaén.
Tablón de comandas en la barra de un bar de Genave Jaén.
Persiana del bar de la peña zaragocista de Lloret de Mar
Mesa reservada para un menú de mediodía en una terraza de un Bar de Archivel Murcia
Terraza de ambientación caribeña en una bar de Archivel Murcia
Barra de un Bar tan limpia que se refleja su contenido en el acero Lloret de Mar Girona
Cucharillas en vasos preparados para servir en la mesa en un bar de Palafolls Barcelona
Bocadillo deconstrido de beacon con queso preponderase en una plana de un bar de Barcelona
Sillas clásicas de los bares de los setenta en un Bar del centro de Barcelona
Bar en Barranda Murcia con la calefacción por estufa de leña
Mesa de billar  del bar de la Encarnación Murcia
Retratos de familia y jamón en una bar de de Santa Coloma de Gramanet Barcelona
Barajas de cartas para los parroquianos de un bar de Calella Barcelona
Trampa de mosquitos de un Bar de Zaragoza
Lavabos de un bar en Santiago de Compostela
Vasos de coñac con palillos en una bar de La Puebla de Don Fadrique
Máquina de tabaco con cuadro de escena de casa en una Bar del Sabinar Murcia
Cuadro con decoración navideña en una Bar de Genave Jaén
Máquinas de juego con palmeas en un bar de Valencia
Puerta roja abierta en un bar de Bilbao
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