Te vas a quedar ciego

Aunque no había nacido todavía, lo recuerdo como si fuera ayer, era el 13 de Julio de 1969. Me desperté de la siesta asustado por los gritos. Estaban retransmitiendo la llegada del hombre a la Luna. Mi abuelo estaba muy enojado y discutía acaloradamente con el presentador, no es que mi abuelo estuviese en contra de aquel acontecimiento, es que simplemente, ese día le venía mal: tenía partida de julepe con sus amigos en el bar. No había para él cosa más sagrada y no estaba dispuesto a que un paseo de un hombre con apellido impronunciable le estropease aquello. Finalmente, convenció al presentador, éste hizo unas llamadas y los astronautas llegaron una semana más tarde. Entonces sí, la humanidad pudo disfrutar de aquel acontecimiento en directo. Ahora que lo pienso, quizás no lo recuerdo tan bien.

No creo que fuese un niño muy diferente a los demás, en casa los sábados comenzaban con la música de los dibujos de la Warner y entre semana… también. La única diferencia es que los sábados mi sesión de televisión no se veía interrumpida por aquella mala costumbre de ir al colegio. En aquellos momentos no sentí la necesidad de cambiar nada, a mí ya me gustaba que el Correcaminos jamás se saliese con la suya. De él aprendí que la insistencia da frutos, aunque él no los consiguió y yo sólo a veces.

Si me hubiesen advertido de lo duro que es ser adulto, seguiría siendo un niño, pero como no lo hicieron, crecí. Me distancié de los dibujos, pero no de la tele, seguía viéndola muy de cerca. ¡Te vas a quedar ciego! Decía mi madre. En su afán por llevar razón, convenció al oftalmólogo y me puso gafas a los cinco años, desde entonces no me las quito y si lo hago, no veo.

Fascinado por aquello que viví cuando todavía aún no había nacido, siempre quise poder expresar mi opinión frente a la televisión. Para ser exactos, mantener una conversación, un debate o una discusión, dependiendo de lo que toque, con los que están al otro lado. Mi opinión la doy, ¡claro que la doy!, pero nunca es tenida en cuenta. Deben tenerme silenciado.

Un día, mi abuelo se apareció para contarme su secreto, resulta que se lo había llevado a la tumba, no porque hubiese muerto sino porque un día lo extravió en uno de sus paseos por el camposanto y no lo encontró hasta que se fue al otro lado, esta vez sí, literalmente.

Todo resultó ser una cuestión técnica: él pudo disfrutar de los medios de comunicación porque la televisión era en blanco y negro y yo tengo que conformarme con los medios de difusión porque el color utiliza el mismo hueco en la señal que antes usaban para hacer llegar nuestras respuestas. El que más salió ganando con el cambio fue el regidor, que a punto estuvo en varias ocasiones de dimitir porque estaba harto de tanto cambio imprevisto propiciado por los televidentes. ¡Así no hay quien programe nada! -decía.

Las modas siempre vuelven, lo que nadie sabe es cuánto durarán en su regreso. Siendo previsor, ya he preparado el mensaje que me gustaría hacerles llegar a los medios, si la vuelta de la televisión en blanco y negro solo durase un segundo, no quiero que me pille desprevenido, esto les diría:


Texto: Jorge Pérez Higuera (Artista)


Cielo estrellado con nebulosa David Salcedo
Mujer solitaria con lluvia y paraguas David Salcedo
Nadadora sincronizada sumergiendose David Salcedo
Cara de mujer llena de leche David Salcedo
Palmeras bajo la lluvia y niebla David Salcedo
Hombre corriendo entre la niebla David Salcedo
Escuadrón acrobático aéreo con humo David Salcedo
El cristo de rio de janeiro con banderas en el pecho David Salcedo
Niña con cara triste  en una ventana David Salcedo
Primer plano de policía con casco y visera David Salcedo
Plano de dos columna corintias David Salcedo
Cuerpo de dos mujeres muertas por la guerrilla David Salcedo
Manos encuadrando para hacer idea de un plano David Salcedo
Doble exposición de mujer en ropa interior David Salcedo
Retrato de señor calvo enfadado David Salcedo
Primer plano de elices de avión David Salcedo
Doble reflejo de un ojo difracción en un vaso de agua David Salcedo
Espalda musculada de un culturista David Salcedo
Gimnasta rítmica repetida hasta la infinidad por unos cristales David Salcedo
Carriles de una piscina olímpica bajo el agua David Salcedo
Polilla en una ventana David Salcedo
Primer plano de un señor con gafas David Salcedo
Primer plano de un señora reflejada cuatro veces David Salcedo
Submarinista bajo el agua David Salcedo
Columna vertebral de un esqueleto David Salcedo
Muñeca con 4 manos encima David Salcedo
Primer plano de mujer con pelo largo y con los ojos vendados por una sombra David Salcedo
Perfil rebiteado por luz  de chico con tupe David Salcedo
Plano largo de una ciudad con rascacielos y niebla David Salcedo
Diente de león a contraluz David Salcedo
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